Despertamos e iniciamos
nuestra rutina queriendo salvar el día, pero sin imaginar lo que nos depare el
destino, Así que esa mañana mientras me preparaba para el trabajo recibí una
llamada telefónica, mi amigo Ricardo había sufrido un accidente, un auto en
exceso de velocidad se había colapsado contra él, que a su vez había salido
disparado sobre otros autos, varios heridos de gravedad, eternos me parecían
los minutos para llegar al hospital.
Estaba en terapia intensiva, por su
estado crítico, después de varias horas, sólo podía pasar un familiar a verlo y
su esposa en un acto compasivo e
inexplicable me dejó pasar.
-¿Por qué has tardado
tanto?-fueron sus primeras palabras, en sus ojos se veía la tristeza,
alegría y ansiedad por verme.
-He venido en cuanto me
avisaron.
-No te angusties, todo saldrá
bien, no estaré mucho tiempo en esta cama.
-Lo sé y más te vale que así
sea Ricardo.
-Vida...
-¿Si...?
-Ya no puedo seguir callando… Te amo…ya no
permitiré que sigas sufriendo…no te mereces tanta infelicidad… Creí que moriría
y tu imagen era lo único que venía a mi mente, sufrí tanto sólo de imaginar que
no volvería a verte…quiero pedirte que
te cases conmigo, sé que crees amar a tu verdugo...Pero no es así, corazón…
quiero tenerte a mi lado, he comprado una casa…donde viviremos, no me importa
nada, hablaré con mi esposa, entendiéndolo o no, voy a pedirle el divorcio. No
me dices nada, te he sorprendido.
-No, no es así…
-Pues entonces, acepta vivir
conmigo, juro ante Dios amarte cada
instante de mi vida…Nada me importa…sólo tú-Ricardo estaba muy agitado, había
hecho una pausa en la que tomándolo de la mano pude empezar a ver con claridad
mis sentimientos, por primera vez libre de las murallas y cadenas que me
impedían abrigar la grandeza de su amor.
Mi corazón lloraba lágrimas de emoción,
de pronto soñé con un mundo lleno de
felicidad a su lado, si… ¡Si, aceptaría…!!! Claro que sí, nos casaríamos,
seriamos muy felices, tendríamos una gran familia llena de amor.
Pero entonces, el cielo llegó.
-Vida, ¿Cómo dejaron entrar a
estos niños contigo…? -Me preguntó, mientras una puñalada atravesaba mi
corazón y enmudecía mi garganta, pues a mi lado, no había nadie.
-¿Qué niños mi amor?
-Los que están aquí, a tu
lado-Ricardo estaba en el umbral del cielo que lo estaba llamando…conteniendo
inmensas lágrimas de dolor, una descarga que atravesó mi columna llegó a mi
pecho oprimiendo mi respiración, apenas pude decir:
-Han venido a conocer… a mi
caballero… de la inquebrantable
armadura.
-Mi vida…no sufras, aleja ese
pesar de tus hermosos ojos, ya no habrá más dolor corazón, dime que me amas, y
dame un beso que tengo sueño…soñaré contigo, con nosotros, juntos…mi
María…frágil y fuerte como una margarita-Musitó quedándose lentamente dormido.
Después de eso, Ricardo permaneció
sedado poco más de veinte días, ya no volvió en sí, los aparatos médicos
controlaban su vida, su corazón. Cada día y cada noche estuve a las puertas de
terapia intensiva, hasta que el cielo llegó por él, por ése amor que me había
sostenido, que me había querido, pero que
ya no podía quedarse más conmigo.
Todo el dolor que suponía haber
vivido no se comparaba a la pena que
partía mi ser en pedazos, avisé a todos
quienes lo conocían, mientras su familia hacia lo mismo, mis muchachas
indígenas, quienes tanto lo amaban no podían venir, no había quien me ayudara a
transportarlas, porque cada quien estaba viviendo su pena.
En el sepelio, mientras el féretro iba
bajando se le ofreció una despedida con
lista de presentes, cuando se mencionó a los indígenas…hubo un silencio, nadie los recordaba, entonces grité:
¡PRESENTE…!!! Desplomándome de dolor, la imagen de “Mujer
que viene del Mar” aquella joven indígena, serena, fuerte, de mirada
tranquila parecía acercarse a mi lado fundiéndose en mi alma adolorida, sin aliento,
desgarrada por el dolor.