Como ya te dicho
antes, mi primer infancia en el rancho de la abuela fue muy dura, mis tíos
siempre estaban sobre de mí, mis respiros eran las tardes cuando llegaba
mamá…Fui una niña muy inteligente y recuerdo
con mucha precisión mi miedo.
Por las noches unía mis manitas en oración:
-Diosito, que papá venga ya por favor
Si, soñaba en que
un día llegaría mi padre biológico y nos rescataría, más cuando mi madre
me dijo que él se había ido al cielo ese sueño se esfumó.
Mas no todo estaba
perdido para la pequeña María, la vida me tendría algo preparado. Una tarde
llegó a casa de la abuela un hombre, se llamaba José Moreno pero todos lo
nombraban por su apellido, él encabezaba un grupo de campesinos que luchaban
por sus tierras y mi abuelo había formado parte de ese grupo. Las reuniones
eran a veces en casa de la abuela y así fue como el cielo me envió un padre, un
padre que llegaría para quedarse.
Fueron pasando
los meses y con ello llegó la Navidad, La que sería la última Navidad en el
rancho de la abuela. Recuerdo que en la
víspera de la Nochebuena llegaron familiares a visitar a mis primos, ellos
vivían en el mismo rancho el cual era muy grande. Había un alboroto pues los
parientes habían llegado con grandes cajas de regalos, primorosos juguetes de
cuerda, libros con personajes que se desplegaban como por arte de magia de su
páginas, ¡barbies…!!! Eran regalos para mis primas y primos, ni la abuela ni mis tíos pensaban en
que la pequeña María estaba presente,
con el espíritu ido ante tanta
belleza que emergía de las enormes cajas de cartón, sólo mi madre,
ella si lo notó,sabía que no había regalos para mi y sin decir nada me tomó
de la mano y me apartó de con ellos.
Ése día
caminamos por el rancho un buen rato, fui una niña muy inteligente mas no
recuerdo de que hablamos, pero al
regresar al que era nuestro cuarto me sentó a su lado, tomó una sábana blanca y
algunos retazos de tela, hilo y aguja y empezó a cortar y a hilvanar, esa noche
me quedé sobre la cama atenta y absorta mientras sus manos cortaban y cocían de
las telas, hasta que poco a poco el sueño me
venció.
A la mañana
siguiente lo primero que vi junto a mí
fue una tierna muñeca de trapo de largas piernas dentro de una bolsita también de hecha de tela y varios vestiditos ¡Cosa más bella…!!! Y recuerdo que abracé a
mi madre con tanta fuerza…
Horas más tarde
era Navidad, todos empezaron a abrir sus
regalos pero yo no habría cambiado la
más brillante envoltura ni el más caro regalo
por mi muñeca de trapo, papá que ya había pedido a mi madre en
casamiento llegó trayéndome una enorme y preciosa muñeca y la tía Conchita me regaló unos listones
de colores brillantes para mis trenzas.
Esa fue la
última Navidad en el rancho, entrando el
año nuevo mis padres se casaron en contra de la voluntad de la abuela quien
no aceptaba a papá porque le doblaba en
edad a mamá. Aunque tiempo después
circunstancias adversas en las cuales él la ayudaría le harían cambiar
su opinión.
Papá no sólo se
enamoró de mi madre, se enamoró de una mujer con su nenita a quienes se les
había caído el mundo encima, él no la cortejaba con flores, pero en cambio
hacía a la abuela y a los tíos grandes favores. Él no le ofreció una boda
fastuosa, pero le prometió amarla y protegerla a ella y a mí para siempre. Mamá
lo aceptó, yo fui muy feliz y a su promesa de amor las dos le dijimos “Si”.