Al igual que en el amor, a
veces también por amistad se sufre, oh, sí, en mi caso no he estado exenta de
envidias, de personas que crean que me mueve algún interés mezquino, ajeno a la
amistad. Nada más alejado de la realidad, cuando se trata de amistad mi lealtad es, inconmensurable.
Hace unos meses visité a una de mis mejores amigas, Lucía. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos y mi amiga enloqueció al verme, literalmente. Me invitó a comer, me compró unas rosas y me llevó a su
casa, minutos después de haber llegado
nosotras llegó Marisa, una amiga de ella.
-Marisa te Presento a María, ya te he
hablado de ella, la quiero tanto que todo este tiempo sin verla, sentía que una
parte de mi me faltaba.- Esas fueron las palabras con que mi amiga me presentó.
Entonces su amiga sin más ni más me
dijo:
-Y ¿Con cuál de sus hermanos te
acuestas?- El comentario no lo esperaba y apenas pude contestarle.
-Con ninguno-Marisa me veía con
burla y yo tomando mi bolso, hice el
intento de despedirme y no por cobardía.
(Desde muy chica cuando acompañaba a mi padre en
sus luchas sociales y estábamos en alguna reunión o negociación, cuando
éramos atacados y aquella persona no merecía la pena responderle, por debajo de la mesa palmeaba sobre mis piernas como señal
de que debíamos callar, ignorar, él decía “Cuando alguien te provoque, ve que valga la pena y si
no es así, reserva tus energías para cuando nos vengan los pesados días, a veces, las guerras ni ganadas son buenas”)
Fue por eso que decidí marcharme, no valía la pena quedarme, pero mi amiga de inmediato me detuvo.
- Nooo-Me dijo Lucia, quédate no hagas
caso a Marisa, sólo bromeaba.
A partir de ese momento la reunión se volvió muy tensa para mi, pues mi amiga se desgastaba atendiéndome con detalles mientras Marisa me tragaba con la
mirada y si su ojos hubiesen sido proyectiles, me habrían difuminado.
Más entrada la noche, Lucia sacó una preciosa y diminuta
caja con dos finísimos aretes de oro,
entonces, volteando hacia Marisa le
dijo:
- Podrías ayudarme? no veo bien, ayúdame
a ponerle los aretes a María.
-Yo lo haré-pero antes de terminar la
frase ya sentía las manos de Marisa poniéndomelos, no sé si intencionalmente
pero me lastimó el oído, no puede evitar exclamar del dolor
- Ohm...
- Lo siento- Agregó aunque su mirada
sonreía con descarada maldad.
Hubo un lapso, en que mi amiga tuvo que salir por bebidas y
entonces hablé con Marisa.
- Escucha bien, yo no estoy aquí para
quitarle el lugar a nadie, tampoco soy culpable de lo mucho que Lucía me
quiere. Su padre y hermanos me ven como parte de la familia y yo igual a ellos.
- Lucia sabe mi molestia, Roberto, terminó
conmigo y yo pensé…
- No… ¿No creerás que Robert y yo? …Ajajajaja…No
Marisa…estas equivocada, muchas veces me llegué
a quedar a dormir en esta casa y
jamás, jamás me faltaron al respeto, para mí son como mis hermanos.
-Entonces ¿Porque me dejó, María? Después de que lo apoyé, cuando su mujer lo botó, cuando ni siquiera él
creía en sí mismo, lo levanté del suelo,
curé sus alas, para que ahora me haya terminado… ¿Por qué?
No supe que responderle, sólo la abracé
conciliando sus lágrimas.
Cuando mi amiga Lucia regresó, también volvió la misma Marisa, segura,
soberbia, con su risa burlona y glacial pero a mí eso ya no me incomodaba.
Esa noche, bueno, ésa madrugada, al llegar a casa seguía pensando en
Marisa. No lo quise, no lo pedí pero me llegó la inspiración y nació, romántica
y profunda la letra de una canción, la anote rápidamente en mi poemario, enseguida la
grabé con mi grabadora de bolsillo, no quería que se me olvidase. Era una balada
muy bella.
Una semana después, fui invitada nuevamente por mi amiga Lucía, Marisa estaba a su lado. Entonces sin preámbulos le dije:
- Marisa, no he olvidado lo que
hablamos- Lucía me veía interrogante pero yo continué- Sé que no te
simpatizo y no quiero pedirte que cambies ese sentimiento, tú me hiciste una
pregunta ese día, querías saber porqué Robert después de haberlo amado y apoyado tanto te había abandonado, ese día yo no supe que responderte, pero lo que sí puedo es en nombre
de ese hombre que no ha valorado tu amor y tu entrega, en nombre de él, decirte, lo que una mujer como tú merece escuchar.
Entonces, tome aire, me giré y moviéndome con la gracia aprendida de una gran cantante empecé a
cantarle su canción.
“Has curado mi alas y también mis
heridas
has calmado mis ansias, estas ansias
furtivas
y he podido volar por tu inmenso poder
me enseñaste a amar, oh divino querer…
Marisa, suave nombre de brisa
la manzana prohibida
dulce de fantasía...
Marisaaa”
Al terminar, mientras Marisa,
emocionada, secaba sus lágrimas mi amiga Lucía le dijo: - Ahora ya sabes porque
la quiero tanto.
Con la pluma en mi mano podría decirte que después de eso Marisa me
adoró, pero esto no es un relato de ficción, es lo que he vivido. Ella sigue siendo la misma pero, ya no me agrede,
sabe que en mi no hay nada malo para ella. Que mi amistad es verdadera. Y yo
sé,por Marisa y por lo que he vivido, que detrás de un rostro de lleno de
frialdad e ironía puede encontrarse un
ser sufriendo, que quizás la única forma
que conoce de sobrevivir a su dolor es ocultándolo, detrás de una sonrisa.
Los nombres de mis amigas y el hermano de Lucia los he cambiado por respeto a sus vidas.