La primera operación de mi padre había debilitado mucho sus fuerzas, de pronto vi como aquel gigante mágico que me había rescatado de niña…aquél que todo lo sabía y lo podía estaba tan indefenso, llamándome como un niño. El bastón donde apoyaba sus pasos había dado lugar a una andadera y me necesitaba más que nunca.
Diariamente
saliendo del trabajo, llegaba a casa de mis padres, a veces, aunque no se
sintiera mal, sólo porque deseaba que platicáramos bajo la sombra de aquel gran
árbol yucateco. Me levantaba muy de mañana para dejar la comida lista porque
sabía que del trabajo llegaría a verlo.
A mi casa llegaba
ya tarde y dormía con el teléfono bajo la almohada porque casi a diario era
llamada a petición de mi padre, pues no aceptaba que nadie más lo
llevara al médico, noches tranquilas e intranquilas a la vez, en una sola
ocasión Christian apagó el teléfono sin que yo lo supiera y fue de los pocos días
de ese tiempo que dormí profundamente.
Esa tarde tocaba
llevar a mi padre a su cita médica. Esperábamos en la sala de consulta cuando llegó un
joven cargando con un enorme ramo de flores y una pañalera para su esposa que
acababa de dar a luz. Hasta ese momento, al ver su cara enamorada recordé que
estaba olvidándome de mí, no me pesaba en absoluto, pero pensé en Christian.
Por las distancias de nuestros respectivos empleos, yo siempre llegaba
primero…Extrañaba recibirlo en casa con un beso desabrochando su camisa,
descalzando sus pies mientras hablábamos alguna trivialidad del trabajo y
terminábamos visitando el paraíso, mi paraíso.
Echaba de menos
nuestros juegos amorosos, invadirlo en la ducha sin previo aviso … La voz de la
enfermera nombrando a mi padre apagó mis deseos y me devolvió al presente. Al
voltear a ver a mi padre, con su rostro cansado, sus manos temblorosas
aferrándose a mí al tomar la andadera, decidí que no era el momento de
flaquear,no debía olvidar que él había llegado a mi vida cuando más lo necesitaba.
💖💖💖
El tiempo como siempre siguió su marcha inexorablemente…Las visitas al
médico de mi padre eran más espaciadas, seguía usando la andadera, pero al
menos estaba un poco más restablecido y el escucharlo regañando a mis hermanos
me confirmaba que su salud estaba en franca mejoría.
La nube gris que en el pasado oscureciera mis días parecía haberse alejado para siempre o quizás
había ido a cargar agua para nuevas tormentas, lo cierto es que yo disfrutaba de ver a mi viejo, conversando, arreglando desde casa sus causas sociales y eso me
llenaba de gozo y tranquilidad. Por esas fechas se acercaba el cumpleaños de Christian y se me
ocurrió organizarle una fiesta para celebrarlo, invitaría a Irasema y quizás mi
mejor amiga y mi esposo harían los pases.
Cuando me vi con Irasema para invitarla comprobé que seguía
siendo la misma, pero aun así yo la extrañaba y necesitaba.
-No esperes mucho de mí, sabes que no tolero a Christian y
todavía no sé porque mi amiga muerte que se lleva a tanta gente no viene por
él…Que nos lleve a todos de una buena vez…está bien no me mires así…sabes que
bromeo,un poco.
Y llegó el día
de la fiesta.
La casa estaba
deslumbrante, música bullangera, la comida deliciosa e Irasema reía feliz
llenando de buen humor a su paso. Tanto Christian como yo cantamos nuestros
temas mientras una amiga invitada de Irasema atesoraba cada imagen con una
cámara de video.
Sin embargo, aunque
Christian me abrazaba y agradecía cada detalle a cada momento yo “Presentía”
que algo andaba mal. Pensé en esos meses en que mi única preocupación era la salud
de mi padre y había dejado de lado mis propios deseos… ¿Por qué no lo veía entusiasmado…? Eso me alertaba y me llenaba de inseguridad.
Discretamente, le hablé apartándolo un poco del bullicio de la reunión, me sentí tan insegura que no pude
más y le pregunté.
"¿Eres feliz mi amor?" Y ese hombre que me había hecho
volver a creer en el amor, me contestó besándome dulcemente encendiendo ese
deseo con el que había logrado enamorar mi alma.
Fue uno de esos
besos que ahuyentan tus temores y te dicen “Todo está bien”. Christian se
apartó para conversar con un amigo que le llamaba, pero hubo un momento en que
volteó hacia mí y sus ojos se llevaron el brillo castaño de mi mirada. Había
mucho más que un cumpleaños que celebrar
en esa noche, pero sería en la tibieza de nuestras sabanas.
En ese tiempo mi corazón se dividía entre el amor por Christian y la atención a mi padre,en ese tiempo,a papá le llegaban los años difíciles o el llamado ocaso de la vida,entonces me juré no abandonarlo nunca y esa promesa iba más allá de mi cansancio o mis deseos, porque precisamente él me había enseñado con su ejemplo que existen promesas que van más allá de la vida misma.